Quizás hayas escuchado a una persona contando cuentos, quizás, y probablemente, conseguiste seguir la historia, imaginar los colores y sentir las brisas, caminar al ritmo del personaje errante, calorcitos ante el amor y escalofríos ante el peligro… Quien narraba, con toda certeza, también lo sentía.
En su artículo, Greg Stephens, Lauren Silbert y Uri Hasson exploraron la sincronización que se establece entre una persona que habla y otra que escucha, en un flujo atento y acertivo de información.
Para el experimento, quien hablaba debía narrar una historia, como quien se la cuenta a un amigo, a una persona querida y con quien desea compartir. Así, tras mediciones de resonancias magnéticas funcionales de los cerebros de personas que se comunicaban verbalmente, consiguieron constatar que quien escucha se sincroniza con quien habla, es decir, su cerebro se activa en zonas y frecuencias equivalentes coincidiendo en sensaciones conectadas a través del habla y la escucha.
Además, estas áreas del cerebro no solo reflejan lo que el cerebro de quien narra produce, sino que también se presenta actividad anticipatoria:
«…solo en el fondo del maloliente pozo,
¡Diriak escuchó el silencio de la muerte acercarse!
Entonces, de su ombligo salió una voz…»
Es decir, se genera una expectativa de lo que pueda suceder, y entonces la comunicación es aun más efectiva. En otras palabras, el suspenso une a quien narra y a quien escucha en un espacio-tiempo compartido e irrepetible.
Quienes realizaron la investigación argumentan que de esta manera los cerebros se alinean en comprensión y se transmiten información.
Así, cuando cuentas, amiga y amigo cuentero, y cuando escuchas, público amante de los cuentos, nos comunicamos, nos conocemos, y navegamos las mismas barcas de palabras por las olas de este mar electromagnético lleno de estrellas cantantes y cielos danzantes, en una tierra que creamos para disfrutar junticos, ojo con ojo, llanto con llanto, entre risa y sonrisa.
Referencia:
Greg J. Stephens, Lauren J. Silbert and Uri Hasson. Speaker–listener neural coupling underlies successful communication. PNAS, vol. 107, no. 32, 14425–14430, 2010.
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