Cada vez que una bomba asesina inocentes y destruye ciudades cargadas de historia, muchos sentimos un dolor enorme y una ofensa hacia quienes construyeron esa historia. Pero cuando la cuidad que sufre tiene décadas de invadir nuestras mentes mediante fotografías, películas y siglos de menciones, parece peor, mucho peor aún cuando es el enemigo público número 1 de las pantallas de cine, computadora y TV quien perpetra el ataque. Ahí el corazón se aflige, coloca la bandera en solidaridad y hasta le habla a su deidad o deidades pidiendo justicia. Pero, es hora de colocar el cerebro en acción y reeducar el corazón:
El Estado Islámico es creado, organizado, asesorado y financiado por gobiernos alineados con los Estados Unidos, colocando sus ciudadanos a merced de ataques terroristas que justifiquen intervenciones armamentistas con el simple fin de adueñarse de recursos de todos los tipos. El Estado Islámico es un horror de magnitudes inimaginables, la sangrienta evolución de operaciones medievalistas para adueñarse una y otra vez de los recursos de Oriente Medio. La estrategia es la misma pero un poco diferente cada vez.
Esa información va al Cerebro ahora para reeducar al corazón. Ese dolor que sentimos por las víctimas, por las familias que enterrarán a sus seres queridos, por los amigos que no verán más en los días de lluvia, por los pueblos que sufren todos los días las consecuencias de la avaricia de los cobardes. Ese dolor DEBE convertirse en ira, en una rabia que no nos deje adormecer ante las opiniones tibias y complacientes, ante las mentiras de quienes financian y ganan con tanta muerte y dolor.
El Corazón cristaliza el amor, el verdadero amor, el amor que no soporta la muerte como un negocio, como un juego de palabras que categoriza cuántos libaneses vale un francés.
El Cerebro organiza los siguientes pasos. Vamos a organizarnos, informarnos y luchar contra el oscurantismo moderno.
Si concuerdas, comparte, organízate. Si no sabes cómo organizarte, escribe a mi correo personal jeffcuentero@gmail.com, ¡y organicémonos!
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